lunes, 14 de mayo de 2012

KOTE HA MUERTO

No tengo palabras.Su vida de apasionado por este deporte se ha acabado. Le ha llegado la muerte a deshora y en Sevilla cuando una vez más pretendía organizar el caos del rugby español, siendo consciente de que siempre acaba el caos por imponerse ya que está mejor organizado en su cavernas y conducciones que el orden. Sus llamadas inoportunas diagnosticaban las causas de la enfermedad que padece el rugby de nuestro entorno pero pocas veces ni él ni  los que pretendía excitar llegábamos hasta el remedio. “El camino es largo, te pararán, te caerás pero te tienes que levantar y seguir, levantarte y seguir las veces que haga falta”. Kote nos ha dejado, con sus bolsillos y cajones llenos de proyectos, esbozos, sueños… Kote no verá si el rugby va a seguir metiendo miedo a los del fútbol, si Donostia puede ser sede de una pequeña final europea o, al menos, de una semifinal… no verá qué pasará con Euskarians, si esta refundación es la buena y definitiva o no. Lo echaremos de menos hasta que también se apague la luz sobre nuestras ilusiones inconclusas. No tengo palabras y no pararía de escribir. Pero Miguel Hernández ya dijo todo lo que se puede decir sobre la muerte del amigo.



Elegía
En Orihuela, su pueblo y el mío, se me
ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con
quien tanto quería.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera;
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y en tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata le requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

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