domingo, 16 de diciembre de 2012

LOS OBREROS DEL RUGBY



En mi infancia el barrio de Gros era industrial y los obreros de fábricas y talleres se distribuían por bares y tabernas como el Aloña, Gohierri, Bambi, David…  a las horas de entrada y salida. Otras costumbres permitían que los niños compartiéramos los mismos espacios y que las variedades culturales que la inmigración traía se nos fueran comunicando.
Hace poco me encontraba en un bar leyendo la prensa cuando aterrizó un grupo de jugadores profesionales de rugby de uno de nuestros equipos, al parecer para celebrar el cumpleaños de uno de ellos, les acompañaban sus mujeres. Desde mi rincón los observaba como un niño, no sólo por la diferencia de corpulencia, sino porque los retazos de sus conversaciones multiculturales me retrotrajeron a mi ya lejana mocedad.
No sé si en otros deportes profesionales se da pero en el rugby actual hay una sana proletarización. Jugadores de origen en sociedades donde el rugby sigue vinculado a un cierto elitismo hacen equipo y se buscan su vida con quienes proceden de rugbis más populares. Es evidente que el deporte como trabajo que permita vivir es algo muy viejo –ya los griegos y romanos tuvieron deportistas profesionales en el hipódromo y en el circo-, pero en el mundo oval además de reciente los ingresos de sus practicantes no suelen ser escandalosos.
Aquellos jóvenes obreros del balón oval, algunos ya acercándose al final de su vida productiva en esta actividad, tenían los mismos problemas vitales y la misma perplejidad ante los resortes del poder que algunos tienen y que todos padecemos. Y, a pesar de que estaban divirtiéndose, sus conversaciones saltaban de los incidentes del reciente partido a las cuestiones económicas, como las de todos nosotros.

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