lunes, 23 de febrero de 2015

ACTOR

Fachada de la Universidad Comercial de Deusto
Fachada de la Universidad Comercial de Deusto (Photo credit: Wikipedia)
-          Tengo que decírmelo cada mañana y salir a la calle con ello: “Hoy vas a hacer de nuevo de abogado” y así 45 años. Porque yo no soy abogado, soy un actor que hace siempre el papel de abogado –me dice el colega con lágrimas de gin-tonic en sus ojos tristes-, me han encasillado en este papel y no hay manera.
-          Yo quería ser periodista pero mi madre no me dejó. Me dijo que era una profesión de borrachos y de puteros y que no me pagaba la carrera –le replico yo con la misma confidencia de barra de taberna elegante-, así que, como mi padre era empresario, quise estudiar económicas pero mi madre quería que yo fuera cura o juez, así que tenía que estudiar derecho.
-          Lo curioso es que de abogado se puede vivir, el papel no es difícil, es más difícil hacer de cirujano del corazón; de abogado –el compañero de profesión sigue mientras pide otra ronda para ambos y me mira reflejado en el espejo de detrás de las botellas-, el papel te lo escribes y la improvisación es fácil, como hacer de ingeniero nuclear, una vez conocí a un actor que estuvo dirigiendo una central nuclear durante muchos años y hacía el ingeniero con toda perfección.
-          Los jesuitas ofrecían una carrera mixta en Deusto, La Comercial, en que estudiabas Derecho en Deusto y Empresariales en otro siniestro edificio al lado,  había que tener buen expediente en el bachillerato y yo lo tenía, así que empecé La Comercial pero un día me abandonó –yo también me miro en el espejo, tengo los ojos acuosos y el gin-tonic me hace eructar un poco-, y me encontré en cuarto de Derecho con apenas dos años de Económicas, así que tuve que acabar Derecho, luego me apunté a una Academia y he hecho muchos cursos y cursillos y he leído todo lo que está escrito sobre Economía, Administración de Empresas…
-          Actuar requiere esfuerzo, estudio, vocación y entusiasmo –oigo la voz apagándose con cierto eco por mi derecha, como perdida en una niebla de burbujas de tónica-, pero es gratificante, sobre todo cuando la gente te confunde con el personaje que has creado, y a mí la gente me llama “el abogado” en todos los sitios: “Aquí viene el abogado”.
-          La vida me llevó a colegiarme de abogado pero yo no tengo la sensación de haberme dirigido voluntariamente a la abogacía, es ésta la que se me ha pegado a la piel, con todas sus derivadas, como un disfraz que he llevado siempre –digo pero no sé a quién porque no veo a nadie en el espejo ni en la banqueta de al lado, quizá me lo diga a mí mismo-, como un papel de viejo actor encasillado.
-          ¡Cura, tenías que haberte hecho cura, como quería tu madre! –dice el pianista acodado en el extremo de la barra, junto al barman que seca  por enésima vez un copón de cristal-. Y deja de hablar solo, que te estás volviendo loco.

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