martes, 14 de junio de 2016

NO ESTABA BORRACHO

Aquel ciudadano había salido de una comida con sus antiguos compañeros del colegio -50 años desde que hicieron el curso Preuniversitario o sea desde que tenían diecisiete años-, habían intercambiado recuerdos, mentiras, recetas de cocina y de medicamentos… lo normal en estos casos. El aperitivo previo, la comida regada con rioja, unos gin tonics… hasta que el grupo más irreductible, ya anochecía, se había disuelto. Y se quedó solo, solo como llevaba años, solo consigo mismo y con su alopecia, solo con su insoportabilidad manifiesta ya que su ex había rehecho su vida, su hijo no respondía más que con monosílabos a muchas millas de distancia -no se acordaba si tenía ya nieto o no-, solo con su piso en el que cabía aquella familia que fue, piso al que se tenía que dirigir solo, inevitablemente solo. Se dirigió hacia la estación del tren, no había venido en coche a la capital, se sentía en cierto modo en una zona de confort ni borracho ni sobrio, andaba con paso firme, saludaba a los conocidos que se cruzaba en aquel sábado de pequeña ciudad de provincias.
Un hombre solo
Un hombre solo (Photo credit: Wikipedia)
Nunca había visto aquel nuevo bar que encontró en el camino hacia el ferrocarril, no pensaba entrar, pero las mujeres guapas que fumaban en el exterior y la música que oyó al abrirse la puerta a su paso, una canción francesa interpretada en español por aquella cantante favorita de su adolescencia tardía, le hizo girarse a su interior.
Era el hombre, en aquel momento era el hombre, no vio ningún otro hombre en el recinto, intentó meter la tripa lo más posible y se miró en el espejo de detrás de la barra, su cabello plateado estaba en su sitio, sus ojos azules brillaban, la sonrisa cínica parecía funcionar, conservaba a base de gimnasio caro su musculatura de jugador de rugby, a pesar de su edad estaba muy bien.
Para ligar hay que decir lo primero que te viene a la cabeza, sin pensar, una tontería cualquiera te dice qué temperatura tiene la piscina a la que te pretendes tirar -llevaba siglos experimentando con éxito esta filosofía-, así que, después de pedir el último gin tonic a la camarera, le dijo a la rubia a su lado:
-          ¡Qué buena era Mari Trini ésta, fuera o no lesbiana!
Y el silencio se hizo, se apagó hasta la música, las dos chicas cogidas de la mano que se reían junto a la columna fijaron sus miradas lánguidas en él, las que estaban en la mesa de la derecha hicieron una mueca de desprecio… ¡Hasta la protagonista de aquella serie infantil de una princesa guerrera parecía mirarle directamente a los ojos desde la pantalla muda de la televisión del fondo!

No estaba borracho, así que le pidió por favor a la camarera que no le sirviera la bebida, intentó encogerse hasta desaparecer y salió por la puerta.   

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