miércoles, 7 de septiembre de 2016

ETIQUETA NEGRA

Aunque la villa es una casa actual, muy actual, por fuera, con una línea arquitectónica angular y simple, una fachada plana de tonos grises, su interior es más confortable y caluroso, sillones de cuero chesterfield en el salón, muebles coordinados, algunos bibelots caros y un par de cuadros contrastados de buenas firmas vascas. No hace falta entender mucho para saber que el coste de todo aquello supera el salario de un funcionario, por muy alto que sea, y que los ingresos de quien ahora se puede permitir esta vivienda y alguna otra residencia secundaria, además de los coches que se encuentran en los garajes inferiores, son más propios de un exitoso especulador financiero. Sin embargo, esa casa es la vivienda de un director provincial de una administración pública en una pequeña provincia española, quizá la más pequeña, y, antes de participar en el poder que da el procedimiento administrativo a quien tiene la facultad de resolver, Carlos no tenía más que una hipoteca sobre un piso en que vivía con su primera esposa, ahora es el dueño de todo lo que le rodea y de la botella de whisky Johnnie Walker con etiqueta negra que está terminando de escanciar en el vaso de su interlocutor, una visita nocturna que últimamente se ha hecho diaria porque los acontecimientos se están precipitando. Deja la botella vacía en el suelo junto al sofá que ocupa y alcanza una igual nueva del pequeño bar sobre ruedas, se sirve también una generosa dosis.
- Mikel, no bebas tan rápido que me cuestas una fortuna -dice Carlos con cierta cordialidad al que ya ha bebido el alcohol sin darle el mínimo reposo sobre los cubos de hielo-, y cuéntame la idea que has tenido.
- El fuego destruye todo, siempre que sea un gran fuego y que obligue a los bomberos a intervenir ¡Lo que no se carga el fuego, lo destrozan los bomberos! No podemos sacar de tu despacho más que cuatro cosas pero dejas detrás de ti sin remedio demasiadas pruebas -Mikel se sirve de nuevo para dejar bailar los cubitos en el líquido ambarino-, y no sabemos quién puede recoger eso y, como dices, eso es una bomba.
- He estado dando vueltas a las alternativas y tampoco encuentro otra mejor. Yo he sacado esas cuatro cosas que dices y las he quemado aquí abajo, a pesar del cuidado y de desconectar las alarmas, algún vecino me ha preguntado si había tenido un incendio en el garaje.
No hay entusiasmo en la voz, en realidad no hay entusiasmo en ninguna de las voces, hay silencios, se miran los dos hombres.
-¡Hay que encontrar quién pueda llevar a cabo la operación comando! -Suspira Carlos y bebe, ya la segunda botella ha perdido prácticamente la mitad de su contenido-. Quizá alguno de mi pueblo que me debe unos favores le pueda hacer venir, lo dejo encerrado en el baño de mi despacho, que salga a la noche, yo dejo el armario ignífugo abierto, le pega fuego y aprovechando la confusión sale corriendo del edificio.
- Las cámaras lo van a grabar y si lo cogen te van a ligar con él enseguida -Mikel chasquea la lengua con un sonido de desprecio hacia la idea-, entre mis clientes hay un vigilante jurado con el que he coincidido en noches de vampiro por esos sitios y que se me ofreció para cualquier cosa, de hecho me dijo que era un profesional de dar palizas por encargo y he estado pensando en emplearlo para darle un par de hostias a alguno que le tengo muchas ganas.
-Los vigilantes jurados son policías frustrados, es gente con vocación de “poli” que no ha sacado ni una plaza de “munipa”, no sé si son muy de fiar.
-¿Qué hay más parecido a un delincuente que un policía? ¿No dices que los mayores defraudadores al fisco son los antiguos inspectores de hacienda? Además éste trabaja en la empresa que vigila el edificio. Yo le pido un presupuesto, le digo lo que queremos como si fuera cosas mía, si acepta ya hablaremos tú y yo.

Carlos asiente al plan, en su agobio no ve salidas a su situación pero a la vez que desea que arda todo su archivo y, si es preciso, todo el edificio de hacienda,una alarma roja en su cerebro le avisa de que tiene que sopesar los riesgos, que tiene que elaborar un plan personal y secreto para cuando las cosas salgan mal. Porque desde niño siempre ha tenido pensado lo que hay qué hacer cuando se tuercen las cosas, si uno solo piensa en que las cosas van a salir bien está perdido. Y él nunca estará perdido, él es un ganador. Mañana por la mañana, solo y sin “etiqueta negra”, hará el desarrollo de todas y cada una de las posibilidades.   

No hay comentarios: