viernes, 17 de marzo de 2017

SAN PATRICIO DE OBABA

En marzo el suelo de las canchas de rugby está blando aún, salvo en las de hierba artificial, los días se han alargado, los entrenamientos se hacen a temperaturas más agradables y suelen comenzar con luz natural, la primavera está ahí... jugar a rugby un fin de semana de marzo es jugar partidos con trascendencia para el final de temporada ya que se acerca el final de la liga regular y el descenso o la fase de ascenso están ahí, a la vuelta de la esquina... es un mes de rugby intenso.

San Patricio el santo irlandés se suma al final del torneo de las VI Naciones como todos los años, para dejar a Irlanda con la sagrada misión de derrotar a Inglaterra e impedir que ésta se haga con el Gran Slam una vez más. El brexit se nos haría menos duro, con una victoria verde. 
Mientras que, a un nivel más bajo, la selección española tiene un partido trampa ante los belgas en su camino hacia el mundial de Japón.

Y en Iparralde alucinan con el golpe teatral –y lo de golpe puede querer decir inicio de una guerra también-, de la tentativa de fusión entre los dos equipos de Paris, más difícil incluso que la tantas veces aplazada pero cada vez más inevitable creación de un solo equipo para la eurociudad transfronteriza que se extiende desde Baiona a Lasarte-Oria. El rugby profesional, de musculosos soldados mercenarios, exige unos presupuestos que son imposibles de abordar sin una base de intereses políticos  y económicos que den su apoyo financiero a este show-business en que se ha convertido.

-       ¡Que San Patricio nos coja confusionados en 2018! –dice Murray alzando una pinta de cerveza negra en la mano a la belleza de ojos oscuros del otro lado de la barra que se la acaba de poner-.
La moza impasible continúa haciendo el cierre de caja y deseando que el último pelmazo salga por la puerta para poder bajar la persiana del pub.


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